miércoles, 25 de noviembre de 2009

OCTAVIO PAZ: LA OTREDAD, EL AMOR Y LA POESÍA

La otredad es un sentimiento de extrañeza que asalta al hombre tarde o temprano, porque tarde o temprano toma, necesariamente, conciencia de su individualidad.

En algún momento cae en la cuenta de que vive separado de los demás; de que existe aquél que no es él; de que están los otros y de que hay algo más allá de lo que él percibe o imagina.

La otredad es la revelación de la pérdida de la unidad del ser del hombre, de la escisión primordial. Adán se descubre desnudo; habiendo perdido su inocencia, se ve a sí mismo y apenas se reconoce.

La otredad es para el hombre moderno un mal que se soporta con dolor: la conciencia moderna no acepta que su individualidad sea una realidad plural y que detrás del hombre que piensa se esconda otro que mantiene una vida "ilógica", que sostiene a menudo lo que la razón reprueba.

Octavio Paz sitúa el análisis del problema de la otredad en el centro de sus reflexiones y sugiere en algunos de sus textos capitales los medios mediante los cuales el hombre, especialmente su contemporáneo, puede enfrentar esta fuente de angustia y resolver los conflictos que trae consigo mediante el diálogo y mediante dos realizaciones de éste: la poesía y el amor.

El mismo Octavio Paz narra en Itinerario, libro en el que hace un recuento de los sucesos significativos de su vida, la ocasión en que tomó conciencia de este fenómeno. Sucedió en su infancia: al sentirse abandonado por los suyos, aislado del mundo incomprensible de los adultos, el niño reconoció su soledad y se oyó llorando en medio de la indiferencia de los otros. Sus gritos resonaron en su interior y tuvo por primera vez conciencia de que alguien lo escuchaba: "Él es el único que oye su llanto. Se ha extraviado en un mundo que es, a un tiempo, familiar y remoto, intimo e indiferente (...) oirse llorar en medio de la sordera universal." A partir de ese momento, agrega Paz, el individuo se separa del mundo y se dice "ya lo sabes, eres carencia y búsqueda".(1)

La otredad del individuo se manifiesta como el deseo de encontrar lo perdido, como el frustrado intento del andrógino de Platón que se abraza a la mitad que Zeus, en su cólera, le arrancara para siempre. La otredad empuja a los seres humanos a buscar al complemento del que fueron separados. Así, el hombre se une a la mujer, su otra mitad, la única que lo completa y que, al devolverle la perfección que la voluntad divina alteró, le permite el regreso a la unidad, a la reconciliación.

Mircea Eliade señala una constante en las sociedades que toman conciencia de su identidad: para cada una de ellas existe siempre una diferencia clara entre el territorio propio, entre el mundo conocido y el espacio indeterminado que lo rodea

"... el primero es el Mundo (es decir, "nuestro mundo"), el Cosmos. El segundo es otro mundo, uno extraño, caótico, poblado de larvas, de demonios, de extranjeros (de extraños)..."(2) En estas sociedades que se separan al pericibir los rasgos que las identifican, la otredad se presenta como un sentimiento de extrañeza frente a aquello que no es asimilable a lo conocido; de ello resulta un rechazo fundado en el miedo a lo ajeno.

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